El plan de capacitación

Llevar un curso de capacitación ejecutiva es un proceso que requiere tiempo y esfuerzo. A pesar del prestigio de muchas escuelas de negocios, no siempre el programa cubre las expectativas depositadas. ¿Qué aspectos debemos tener en cuenta?.
La mayoría de los participantes reconocen que los cursos les aportan valor y les ayudan a mejorar en el trabajo. Pero otras veces, piensan que son una pérdida de tiempo.

Entonces, es lícito preguntarnos qué requisitos debe tener un programa de capacitación ejecutiva, para que sea atractivo y que, al mismo tiempo, pueda ser aprovechado en las situaciones laborales concretas. Dicho de otro modo, ¿qué condiciones debe tener una capacitación para que los participantes mejoren sus prácticas y sostengan esa mejora en el tiempo?

En primer lugar, es necesario diferenciar las capacitaciones que desarrollan competencias específicas, como por ejemplo, herramientas técnicas o tareas operativas, de las que desarrollan competencias genéricas, como liderazgo, trabajo en equipo, o comunicación.

El primer conjunto de capacitaciones puede desarrollarse a través de una metodología tradicional; por el contrario, el segundo grupo debe recurrir a metodologías innovadoras ya que buscan producir cambios de actitud, de modos de hacer y de pensar, y no de aprender conceptos.

Es importante tener en claro estos conceptos para elegir el programa más adecuado a nuestros intereses. La capacitación tradicional donde el acento está puesto en la transmisión de conocimientos debe cambiar a un modelo de capacitación en el que se la entienda como una “facilitación de aprendizajes”.

Claves para incrementar la eficacia de los programas de capacitación:

1) ¿Qué necesitamos aprender?
Es lo primero que debemos preguntarnos para elegir el centro y el programa que mejor se adecue a nuestras necesidades. Las recomendaciones de otras personas pueden ser de utilidad, pero no siempre nuestras necesidades concuerdan; por lo tanto, lo que fue una experiencia exitosa para algunos puede no resultar satisfactoria para nosotros, simplemente porque no elegimos la capacitación adecuada.

2) ¿Qué esperar de un instructor?
En líneas generales, cuando se indaga acerca de esta cuestión, aparecen respuestas tales como: que sepa, que sea dinámico, que haga participar, que escuche, que proponga actividades, que exponga conceptos interesantes, que “abra la cabeza”, que conmueva, que entienda a la gente y que aborde situaciones reales. Si esto no sucede, podemos generar cambios simplemente no quedándonos como receptores pasivos y anclados en la queja.

3) ¿Qué hacer después de la capacitación?
El objetivo de una capacitación es que lo aprendido no caiga en el vacío. Por lo tanto, habrá que ajustarlo con la práctica, para realizar mejoras que perduren en el tiempo. Seguramente, no podremos aplicar todo lo aprendido al día siguiente de habernos graduado, impulsados por la motivación post-curso. Más bien, es conveniente esperar a que se produzcan situaciones espontáneas, que nos hagan recordar algo de lo aprendido, para aplicarlo “in-situ”.

En síntesis
Es importante tener en cuenta que el aprendizaje no termina el día en que finalizamos un posgrado. En realidad, ese es solo el comienzo; el aprendizaje se debe incrementar y enriquecer cada día. En el mejor de los casos, no termina nunca.